El gallo que ponía huevos de oro

¿Un gallo que sabe poner hue­vos de oro? El gran­je­ro está asom­bra­do, la maes­tra no lo pue­de creer y el millio­na­rio lo quie­re com­prar en segui­da. Pero el gallo se asus­ta y solo con­si­gue poner cacas de pollo. Uni­ca­men­te pone hue­vos de oro cuan­do nadie lo ve ni se acer­ca a pedir­le nada.
(con imá­ge­nes dibu­ja­das por niños)

La tortilla rica y suculente.

Una tor­ti­lla esca­pó de la sar­tén y se fue rodan­do, rodan­do. Mucha gen­te en el camino inten­tó atra­par­la, pero ella huyó de todos. Encuen­tra por fin un zorro espa­bi­la­do que fin­ge ser medio sordo.
Cuen­to participativo

La fama del gato horrible

Dicen que el gato gor­do de la ciu­dad visi­ta­rá el bos­que, invi­ta­do por el zorro. Al pare­cer tie­ne dien­tes más cor­tan­tes que un tibu­rón, una boca mayor que la de un hipó­ta­mo, y quién sabe que otros órga­nos peli­gro­sos. Ante la noti­cia, todos los ani­ma­les pre­fie­ren huír del bos­que, inclu­so el zorro que lo invi­tó. El gato gor­do se extra­ña: ¿Qué pasó?, ¿por qué no vive nin­gún ani­mal en el bos­que? No entien­de lo suce­di­do y pre­fie­re vol­ver­se a la ciudad.

Las gafas de sol

Un mucha­cho encuen­tra unas gafas de sol. Por acci­den­te su padre las pisa y le com­pen­sa con una nava­ja. El chi­co pres­ta la nava­ja a un ami­go y este le devuel­ve una mochi­la. A cada prés­ta­mo que hace le suce­de una entre­ga dife­ren­te. ¿Qué suce­de­rá al final de tan­to trueque? 

El horrible Plof

Oyen­do el ¡plof! que cau­sa una man­za­na cayen­do al agua, el temor ate­rro­ri­za a tres lie­bres que se ale­jan a toda pri­sa. Un tro­pel de ani­ma­les las siguen por el mie­do al ¡plof! has­ta que un oso los detie­ne y los con­du­ce has­ta el lago. Allí otra man­za­na se cae al agua y hace ¡plof!

El dedo sangriento

Augus­to tie­ne un dedo malo y bus­ca quien se lo pue­da ven­dar. Todos le piden algo a cam­bio de ese favor. Aca­ba con­si­guien­do muchas cosas pero no que su dedo sea ven­da­do. No le que­da otro reme­dio que hacer­lo él mis­mo con su pañuelo.

La boda de la gata

La gata que­ría casar­se pero no encon­tra­ba un novio de su gus­to, has­ta que por fin cono­ce al sal­ta­mon­tes. Con éste si que se quie­re casar. Sin embar­go, ¡ai!, ¡qué des­gra­cia le pasa al novio en la fies­ta de la boda!