Cuentos para niños de 4 a 7 años

A modo orientativo sugerimos unas edades para cada cuento, conscientes de que pueden variar mucho según el niño o grupos de niños con los que interactuamos.

El gallo que ponía huevos de oro

¿Un gallo que sabe poner hue­vos de oro? El gran­je­ro está asom­bra­do, la maes­tra no lo pue­de creer y el millio­na­rio lo quie­re com­prar en segui­da. Pero el gallo se asus­ta y solo con­si­gue poner cacas de pollo. Uni­ca­men­te pone hue­vos de oro cuan­do nadie lo ve ni se acer­ca a pedir­le nada.
(con imá­ge­nes dibu­ja­das por niños)

Visita al circo

Rober­to y los abue­los van al cir­co. El abue­lo oye mal y la abue­la, que ya tie­ne poca vis­ta, se ha olvi­da­do de sus gafas. No le gus­ta a Rober­to comen­tar­les a cada paso lo que suce­de en la pis­ta y se inven­ta situa­cio­nes inauditas. 

Seis huevos quieren hacerse pollitos

A pesar de ser ven­di­dos en el mer­ca­do, seis hue­vos siguen soñan­do con su nido y con la mane­ra de lle­gar a ser polli­tos. ¿Como pue­den sal­var­se de aca­bar con­ver­ti­dos en tortilla?

La punta impertinente

Una pun­ta se sol­tó de la pared y oca­sio­nó una des­co­mu­nal cas­ca­da de pro­ble­mas den­tro de la casa. El amo se vol­ca­rá en una bús­que­da obs­ti­na­da del cau­san­te de tal desatino.

La fama del gato horrible

Dicen que el gato gor­do de la ciu­dad visi­ta­rá el bos­que, invi­ta­do por el zorro. Al pare­cer tie­ne dien­tes más cor­tan­tes que un tibu­rón, una boca mayor que la de un hipó­ta­mo, y quién sabe que otros órga­nos peli­gro­sos. Ante la noti­cia, todos los ani­ma­les pre­fie­ren huír del bos­que, inclu­so el zorro que lo invi­tó. El gato gor­do se extra­ña: ¿Qué pasó?, ¿por qué no vive nin­gún ani­mal en el bos­que? No entien­de lo suce­di­do y pre­fie­re vol­ver­se a la ciudad.

Las gafas de sol

Un mucha­cho encuen­tra unas gafas de sol. Por acci­den­te su padre las pisa y le com­pen­sa con una nava­ja. El chi­co pres­ta la nava­ja a un ami­go y este le devuel­ve una mochi­la. A cada prés­ta­mo que hace le suce­de una entre­ga dife­ren­te. ¿Qué suce­de­rá al final de tan­to trueque? 

El cocodrilo y el semáforo sinverguenza

El coco­dri­lo odia­ba el color ver­de de su rabo y en con­se­cuen­cia tam­bién el ver­de del semá­fo­ro. Cuan­do apren­de a apre­ciar su rabo ver­de, bata­lla deno­da­da­men­te con­tra ese semá­fo­ro que cam­bia siem­pre al rojo. ¿Como aca­ba­rá este incon­for­mis­mo irreductible?

El dedo sangriento

Augus­to tie­ne un dedo malo y bus­ca quien se lo pue­da ven­dar. Todos le piden algo a cam­bio de ese favor. Aca­ba con­si­guien­do muchas cosas pero no que su dedo sea ven­da­do. No le que­da otro reme­dio que hacer­lo él mis­mo con su pañuelo.