El horrible Plof

Había tres lie­bres jóve­nes que vivían jun­to a un lago. En la ori­lla del lago cre­cía un gran man­zano cuyas ramas se exten­dían sobre el agua. Era oto­ño y esta­ba reple­to de man­za­nas. De pron­to una man­za­na madu­ra se des­pren­dió y cayó al agua pro­du­cien­do un sono­ro: Plof.
Las tres lie­bres no habían nun­ca oído un rui­do seme­jan­te y se asus­ta­ron horri­ble­men­te.
De inme­dia­to cayó otra man­za­na: Plof. Las lie­bres se asus­ta­ron aún más.
Y cuan­do una ter­ce­ra man­za­na cayó hacien­do Plof, se pusie­ron a correr y corrían cuan­to podían, sin parar.

 

Dos eri­zos vie­ron correr a las lie­bres y les pre­gun­ta­ron:
¿Por qué corréis con tan­ta pri­sa?
¡Tene­mos mie­do!, con­tes­ta­ron las lie­bres-.
¿Pero de qué tenéis tan­to mie­do?
Del Plof. Nos está siguien­do, ‑gri­ta­ron las lie­bres sin parar de correr.
Los eri­zos no habían nun­ca oído hablar del tal Plof, pero como las lie­bres corrían tan­to para sal­var­se, cogie­ron tam­bién mie­do de aquel horri­ble Plof y se pusie­ron a correr siguien­do a las liebres.

Aler­ta­dos por el tro­te, cua­tro peque­ños rato­nes mira­ron des­de su rato­ne­ra. Vien­do correr a las lie­bres y los eri­zos les pre­gun­ta­ron:
¿Por qué corréis con tan­ta pri­sa?
– ¡Tene­mos mie­do!
, con­tes­ta­ron los eri­zos.
¿Pero de qué tenéis tan­to mie­do?
– Del Plof. Nos está siguien­do,
‑gri­ta­ron los eri­zos sin parar de correr.
Los rato­nes no habían nun­ca oído hablar del tal Plof, pero como los eri­zos corrían tan­to para sal­var­se,  cogie­ron tam­bién mie­do de aquel horri­ble Plof y se pusie­ron a correr siguien­do a los eri­zos y chi­llan­do por el mie­do que tenían.

Un jaba­lí los oyó y vien­do correr a los eri­zos detrás de las lie­bres y a los rato­nes detrás de los eri­zos, pre­gun­tó:
¿Por qué corréis con tan­ta pri­sa?
¡Tene­mos mie­do!, con­tes­ta­ron los rato­nes.
¿Pero de qué tenéis tan­to mie­do?
Del Plof. Nos está siguien­do, chi­lla­ron los rato­nes sin parar de correr.
El jaba­lí no había nun­ca oído hablar del tal Plof, pero como los rato­nes corrían tan­to para sal­var­se, cogió tam­bién mie­do de aquel horri­ble Plof y se puso a correr siguien­do a los rato­nes y gru­ñien­do por el mie­do que tenía.

 

¿Qué otros ani­ma­les habrán vis­to a las lie­bres, los eri­zos, los rato­nes y el jaba­lí y se habrán pues­to a correr detrás por el mie­do del Plof?

Los niños se inven­tan nue­vos encuen­tros de los huyen­tes con otros ani­ma­les que se jun­tan a los demás por mie­do del Plof.

En su alo­ca­da carre­ra el tro­pel de los ani­ma­les pasó por delan­te de la cue­va del oso. El oso se des­per­tó con el rui­do de tan­tas patas, salió a la entra­da de su cue­va y pre­gun­tó:
– ¿Qué pasa? ¿Por qué corréis con tan­ta pri­sa?.
– ¡Tene­mos mie­do del Plof!. Nos está siguien­do, ‑gri­ta­ron todos. Y que­rían con­ti­nuar corriendo.


Pero el oso se puso delan­te de ellos inte­rrum­pien­do el paso y pre­gun­tó:
– ¿Voso­tros habéis vis­to ese horri­ble Plof?.
– Noso­tros no, con­tes­ta­ron los jaba­líes. Pero los rato­nes lo han vis­to. ¡Es horrible!.

Enton­ces el oso pre­gun­tó a los rato­nes, que con­tes­ta­ron:
– ¡Noso­tros no!, pero los eri­zos lo han vis­to. ¡Es horrible!.

 

 

 

El oso inte­rro­ga a todos los ani­ma­les cita­dos siguien­do el orden inver­so de su apa­ri­ción en el rela­to. Comien­za por los últi­mos y con­clu­ye con los pri­me­ros. Si los niños han aña­di­do más ani­ma­les, hay que intro­du­cir­los en la cade­na siguien­do el cri­te­rio establecido.

Alter­na­ti­va­men­te el oso pue­de pre­gun­tar direc­ta­men­te a los tres liebres.

Final­men­te el oso inte­rro­gó a las tres lie­bres:
– ¿Voso­tros habéis vis­to este horri­ble Plof?
– ¡Vis­to no!, con­tes­ta­ron las lie­bres. Pero lo hemos oído. ¡Es horri­ble!.
– ¡Vamos a ver­lo!, deci­dió el oso.

Y todos, siguien­do teme­ro­sos al fuer­te y valien­te oso, regre­sa­ron has­ta el lago. (Todos los mas men­cio­na­dos ani­ma­les y) el jaba­lí, los rato­nes, los eri­zos y final­men­te las liebres.

¿Y qué pasó cuan­do lle­ga­ron jun­to al man­zano en la ori­lla del lago?.
Una man­za­na madu­ra se des­pren­dió y cayen­do al auga pro­du­jo un Plof alto y sonoro.

Adap­ta­ción del cuen­to popu­lar tibe­tano‚ ‚Plop‘ en: Ate­lia Clarkson/ Gil­bert B. Cross, World Folk­ta­les, New York 1980, pp. 233-34

Dibu­jos Horst Rudolph