La boda de la gata

Un día de los días a la gata le dió la gana de casar­se y se fue al camino para bus­car­se a un mari­do. Pron­to se sabia entre todos los ani­ma­les y todos que­rían casar­se con ella.

Se encon­tró con un perro, que le pre­gun­tó:
– ¿Gata, quie­res casar­te con­mi­go?
– ¡De nin­gun modo!  Le con­tes­tó la gata. Tie­nes pier­nas dema­sia­do arqueadas.

Siguien­do su camino se encon­tró con un burro, que le pre­gun­tó:
¿Gata, quie­res casar­te con­mi­go?
– ¡De nin­gun modo!  Le con­tes­tó la gata. Tie­nes dema­sia­da barriga.

¿Con quién mas se encon­tró y que no le gus­tó en ellos? Por ejemplo

un zorro rapo­so – la piel dema­sia­do rojo

una lie­bre – las ore­jas dema­sia­do largas,

un paja­ro car­pin­te­ro– el pico dema­si­sa­do agudo,

un caba­llo – la cabe­za dema­sia­do grande,

un mochue­lo – los ojos dema­sia­do redondos,

un ciem­pies – dema­sia­dos pies.

En fin un sal­ta­mon­tes sal­tó por el camino. Sí, a este lo encon­tró gra­cio­si­si­mo, por eso le pre­gun­tó ella mis­ma sin hesi­tar: 
¿Quie­res casar­te con­mi­go?
Por supues­to que con­sin­tió. Ya fija­ron el día de la boda y el sal­ta­mon­tes ya se puso a avi­sar a los invitados.

 

Se encon­tró con un ester­co­le­ro:
– Yo y la gata, nos vamos a casar. ¿Vie­nes a nues­tra boda?
– ¿Quien mas esta­rá?
– La gata y yo.
– Pues ven­go también.

Se encon­tró con un ratón:
– Yo y la gata, nos vamos a casar. ¿Vie­nes a nues­tra boda?
– ¿Quien mas esta­rá?
– La gata, yo y el ester­co­le­ro.
– Pues ven­go también.

¿A quién mas invi­ta el saltamontes?

Los oyen­tes pro­po­nen mas ani­ma­les que invi­ta el sal­ta­mon­tes.
Éste repi­te todos los ya invi­ta­dos en sus respuestas! 

La gata había coci­na­do un coci­do para fes­te­jar la boda. El sal­ta­mon­tes fue muy curio­so a ver lo que her­vía en la olla y mien­tras la gata salu­da­ba a los invi­ta­dos sal­tó al bor­de de la olla, se des­li­zó y se murió en el coci­do hirviente.

No había mane­ra, los invi­ta­dos tuvie­ron que ente­rrar al sal­ta­mon­tes. Pero no se deja­ban aguar la fies­ta. Comie­ron el coci­do como ban­que­te fune­ra­rio y al des­pe­dir­se agra­de­cie­ron mucho a la gata: –  Fue un entie­rro impresionante.

Adap­ta­ción de un cuen­to tra­di­cio­nal grie­go.
Felix Kar­lin­ger, Mär­chen grie­chis­cher Inseln und Mär­chen aus Mal­ta, Düs­sel­dorf 1979, S. 5-8.

Unas ver­sio­nes pare­ci­das se encuen­tran en Aure­lio M. Espi­no­sa, Cuen­tos popu­la­res espa­ño­les, Madrid 1946, S. 613-619  („La hormiguita“).

En el caso de que la muer­te del sal­ta­mon­tes pro­vo­que mie­do a los niños se pue­de cam­biar el fin: Enton­ces la gata le res­ca­ta aún vivo de la olla con un cucha­rón y fes­te­jan la boda todos juntos.