Hacía años que mi vecino Claudio tenía muchas vacas, pero una que no quisiera serlo, no la había tenido nunca hasta el momento.
Al principio le parecía que era una vaca como todas las demás, porque al comprarla mujía como mujen todas las vacas: ¡Muuu, muuu, muuu! Pero… ¡sorpresa!, ¿qué escucha Claudio cuando pasa al lado de la vaquería a la mañana siguiente?. Pues escucha: ¡Hihihihihi!
– Parece que se encuentra un caballo entre mis vacas ‑ pensó Claudio.
Entró en el establo y lo buscó. Pero no, no había ningún caballo. Y fue en ese momento que oyó otra vez a sus espaldas: ¡Hihihihihi! Se volvió y allí estaba la vaca nueva relinchando: ¡Hihihihihi!
– ¡Qué curioso! – pensó Claudio -. Relinchando como un caballo mi vaca no puede ser una vaca, sino que tiene que ser un caballo.
¿Y qué hizo? Pues llevarla a la caballeriza.
¿Pero qué sintió a la mañana siguiente cuando pasaba por delante de la caballeriza?: Beee, beee, beee!
– ¡Vaya!, parece que hay una oveja entre mis caballos.
Entró en la cuadra y ¿qué observó?. Entre los caballos descubrió la vaca que no quería serlo balando como una oveja ¡Beee, beee, beee!
– ¡Qué raro! – se dijo Claudio -. Balando como una oveja mi vaca no puede ser una vaca, ni un caballo, sino que tiene que ser una oveja.
¿Y adónde la llevó? Por supuesto que al redil.
En adelante se puede preguntar a los niños qué otros animales escucha Claudio al día siguiente y añadir con sus respuestas un episódio más al relato.
¿Pero qué percibe cuando pasa al lado del redil en la mañana siguiente?: ¡Meee, meee, meee!-
¡Hum! Parece que hubiese una cabra entre mis ovejas.
Entró en el redil y ¿qué vió? Entre las ovejas descubrió la vaca que no quería serlo, balando también como una cabra: Meee, meee, meee! .
– ¡Qué extraño! ‑murmuró Claudio-. Balando como una cabra mi vaca no puede ser una vaca, ni un caballo, ni una oveja, sino que tiene que ser una cabra.
¿Y adónde la lleva? Está claro que al aprisco de las cabras.
¿Pero qué escucha cuando pasa al lado del aprisco a la mañana siguiente?: ¡Grung, grung, grung!
– ¡Qué oigo! Parece que se encuentra un cerdo entre mis cabras.
Entró al aprisco y ¿qué vió? Entre las cabras descubrió la vaca que no quería serlo gruñiendo como un cerdo: ¡Grung, grung, grung!
– Qué raro! – se dijo Claudio -. Gruñiendo como un cerdo mi vaca no puede ser una vaca, ni un caballo, ni una oveja, ni una cabra, sino que tiene que ser un cerdo.
¿Y adónde la lleva? De seguro que a la porqueriza.
¿Pero qué oye cuando pasa al lado de la porqueriza en la mañana siguiente?: ¡Guau, guau, guau!
– ¡Toma! Parece que se encuentra un perro entre mis cerdos.
Entró en la porqueriza y que contempló? Entre los cerdos descubrió la vaca que no quería serlo ladrando como un perro: ¡Guau, guau, guau!.
– ¡Increíble! – se dijo Claudio -. Ladrando como un perro mi vaca no puede ser una vaca, ni un caballo, ni una oveja, ni una cabra, ni un cerdo, sino que tiene que ser un perro.
¿Y adónde lo lleva? Sin dudarlo a la caseta.
¿Pero qué siente cuando pasa al lado de la caseta del perro a la mañana siguiente?: ¡Miau, miau, miau!.
– ¿Qué es lo que oigo? ¿Un gato entre mis perros?.
Miró hacia la caseta y que adivinó? Algo sorprendente. Entre los perros distinguió la vaca que no quería serlo y que maullaba como un gato: ¡Miau, miau, miau!.
– ¡Impensable! – manifestó Claudio -. Maullando como un gato mi vaca no puede ser una vaca, ni un caballo, ni una oveja, ni una cabra, ni un cerdo, ni un perro, sino que tiene que ser un gato.
¿Y adónde la lleva? Por supuesto que a la bodega, donde viven sus gatos.
¿Pero qué escucha a la mañana siguiente cuando pasa al lado de la bodega?: ¡Cacaracá, cacaracá, cacaracá!.
– ¿Hai una gallina entre mis gatos?
Miró dentro de la bodega y que atisbó? Entre los gatos entrevió la vaca que no quería serlo, cacareando como una gallina: ¡Cacaracá, ccacaracá, cacaracá!.
– ¡Inimaginable! – se sorprendió Claudio -. Cacareando como una gallina mi vaca no puede ser una vaca, ni un caballo, ni una oveja, ni una cabra, ni un cerdo, ni un perro, ni un gato, sino que tiene que ser una gallina.
¿ Y adónde la lleva? De cabeza al gallinero.
¿Y qué pensáis? ¿Qué gritos escucharía Claudio pasando al lado del gallinero al día siguiente?.
¿Queréis ahora, de verdad, saber cómo acabó la historia de la vaca que ya no quiso serlo?.
Os lo diré. Una mañana más estaba la vaca zureando como si fuese una paloma. ¿Y adónde la llevó Claudio? Por supuesto que al palomar. Pero habría sido mejor no hacerlo, porque el mismo día la descubrió Claudio, aposentada sobre las pequeñas tablas, que sirven a las palomas para echarse al vuelo.
– Se va caer y romperá todos los huesos ‑ advirtió Claudio -. Y de inmediato empezó a tirarle pequeñas piedras, para que la vaca se retirase al interior del palomar.
¿Pero qué hizo este extraordinario animal? De un golpe levantó las patas y rompió a volar bramando como una vaca: ¡Muuu, muuu, muuu!.
No se sabe adónde alcanzó su vuelo, mas parece que el volar le complacía sobremanera, porque no regresó jamás a la granja de Claudio. Supongo que aún anda surcando los cielos. Si tú un día miras a lo alto y ves una vaca volando por el aire, entonces ya sabes cuál es. Seguramente será la vaca de Claudio, aquella que nunca quiso ser vaca.
Dibujo Dieter Malzacher