1.

Que par­tan de nues­tra expe­rien­cia de cada día o que se desa­rro­llen a base de una idea, los cuen­tos repre­sen­tan siem­pre una mez­cla de la reali­dad social y de la ima­gi­na­ción. Es esta mez­cla, que los vuel­ve tan atra­yen­tes y gra­cio­sos, por­que nos per­mi­te con­ci­liar la expe­rien­cia social, que en muchos aspec­tos nos pare­ce difí­cil y repre­si­va, con nues­tros deseos, expec­ta­ti­vas y angustias.

Por eso pode­mos par­tir de los dos lados, cuan­do tra­ta­mos de inven­tar cuen­tos, “mejo­ran­do” el mate­rial de nues­tra expe­rien­cia por la ima­gi­na­ción o “rea­li­zan­do” una idea fan­tás­ti­ca trans­po­nien­do­la a la vida de cada dia.

Narra­cio­nes „rea­lis­tas“

Cuan­do los niños piden un cuen­to, muchos padres o maes­tros tie­nen la impre­sión de no saber con­tar nada y pre­fie­ren tomar un libro para leer un cuen­to con­ce­bi­do por un escri­tor. Cla­ro está, que no van a con­tar de for­ma tan pre­ci­sa y deli­be­ra­da como un escri­tor de pro­fe­sión, que tra­ba­ja mucho tiem­po para com­po­ner su tex­to. Pero no se dan cuen­ta, que con­tan­do impro­vi­sa­da­men­te, pre­sen­tan a los niños algo que nigu­na lec­tu­ra les pue­de ofre­cer: la pre­sen­cia viva de una per­so­na, que uno pue­de tocar, pre­gun­tar y que sabe con­tes­tar. Y a la cual- esto es un pun­to muy impor­tan­te – tam­bién se pue­de imi­tar: Escu­chan­do narra­cio­nes ora­les los niños se ani­man a con­tar ellos mismos.

Las peque­ñas aven­tu­ras de nues­tra infancia

Aho­ra bien, cuan­do no sabe­mos qué con­tar, hay un tema que intere­sa a cada niño y del que cada uno recuer­da his­to­rias: son los recuer­dos que rete­ne­mos de nues­tra pro­pia infan­cia, las peque­ñas aven­tu­ras y tra­ve­su­ras que encon­tra­mos. Para los niños, que nos escu­chan, cons­ti­tu­yen no sólo his­to­rias fas­ci­nan­tes, sino que les pro­por­cio­na a la vez una pri­me­ra per­cep­ción del cam­bio de tiem­po y de historia.

Con­tan­do estas his­to­rie­tas repe­ti­das veces, podre­mos obser­var que se harán cada vez más bri­llan­tes, más aven­tu­re­ras, más chis­to­sas o peli­gro­sas y por eso más intere­san­tes para los oyen­tes. Al final nos pare­ce­rá difí­cil dife­ren­ciar entre lo que “real­men­te” suce­dió y lo que aña­di­mos para ador­nar nues­tro cuen­to. No es que sea­mos unos men­ti­ro­sos o fan­fa­rro­nes, es más bien inevi­ta­ble que narran­do cam­bia­mos lo, que se lla­ma la “reali­dad”. Al con­tar­los tene­mos que adap­tar los suce­sos narra­dos a las exi­gen­cias de la narra­ción y a las expec­ta­ti­vas del públi­co, que espe­ra una narra­ción com­ple­ta y dra­má­ti­ca. Nues­tros oyen­tes nos empu­jan enton­ces a mejo­rar los hechos en este sentido.

2. Cons­tru­yen­do cuen­tos según los suce­sos de cada dia

Esta ten­den­cia inma­nen­te de la narra­ción se pue­de apli­car más cons­cien­te­men­te, cuan­do “sopla­mos” los suce­sos curio­sos y sor­pren­den­tes, que nos han pasa­do a noso­tros, que nos ha rela­ta­do otra gen­te o que hemos obser­va­do en la calle, en la vida de fami­lia o en el tra­ba­jo. Estos suce­sos salen de la ruti­na nor­mal de la vida, y es exac­ta­men­te por eso que los rela­ta­mos. El desa­yuno que toma­mos cada maña­na no tie­ne nin­gún inte­rés, pero si por lo menos la cafe­te­ra se cae y el café corre por la mesa, ya tene­mos una oca­sión para con­tar. Sin embar­go estas per­tur­ba­cio­nes de la vida corrien­te, en gene­ral, no se ale­jan bas­tan­te de la expec­ta­ti­va y no traen con­si­go con­se­cuen­cias sufi­cien­te­men­te gra­ves para lle­gar a un cuen­to más ela­bo­ra­do. El café derra­ma­do debe des­en­ca­de­nar una serie de reac­cio­nes y con­se­cuen­cias ines­pe­ra­das: Por ejem­plo podría ensu­ciar el visa­do del pasa­por­te de nues­tra tía, que nos visi­ta rum­bo al Gabún, de mane­ra que las auto­ri­da­des de este país afri­cano le nie­gan la entra­da dete­nién­do­la en el aero­puer­to sin comi­da, por lo cual sus dolo­res artrí­ti­cos pade­ci­dos des­de hace muchos años des­apa­re­cen mila­gro­sa­men­te. Quie­re esto decir, que hay que jugar con el mate­rial de nues­tra expe­rien­cia ima­gi­nan­do lo que el suce­so que nos sir­ve de pun­to de par­ti­da, podría des­en­ca­de­nar, para per­mi­tir­nos una excur­sión al mun­do narrado.

Pero por supues­to no esta­mos for­za­dos a redu­cir­nos a la pro­ba­bi­li­dad de los suce­sos narra­dos. La ima­gi­na­ción nos pue­de lle­var mas allá, sobre todo cuan­do con­ta­mos para niños:

la tor­ti­lla, que al ver­ter­la nos esca­pa de la sar­tén, tie­ne todo dere­cho de mover­se rodan­do por la ciu­dad y vivir unas aven­tu­ras fue­ra de la vida que llevamos.

3. Cuen­tos según noti­cias de prensa

Los perió­di­cos, la pren­sa rosa o la tele­vi­sión tam­bién nos pre­sen­tan acon­te­ci­mien­tos extra­or­di­na­rios. Pero lo hacen en for­ma de rela­tos de hechos y con la apa­rien­cia de obje­ti­vi­dad. No obs­tan­te en muchos casos se pue­den trans­for­mar en cuen­tos hacien­do vivir lo rela­ta­do a un per­so­na­je con­cre­to. Tome­mos por ejem­plo una noti­cia de pren­sa, en la cual varios nada­do­res fue­ron mor­di­dos en el agua por un ani­mal, y que enton­ces un pes­ca­dor, inte­rro­ga­do por el perio­dis­ta, habría con­fe­ra­do su sos­pe­cha de que alguien hubie­ra pues­to en el lago un coco­dri­lo joven que cui­da­ba en casa y que le había cre­ci­do dema­sia­do para seguir vivien­do en su bañe­ra. El artícu­lo sus­ci­ta temo­res, por lo cual las auto­ri­da­des loca­les habrían prohi­bi­do bañar­se en este lago y envia­do a unos espe­cia­lis­tas en la caza del supues­to malhechor.

Para trans­for­mar la noti­cia en cuen­to se podría hablar de una niña que al bañar­se se lesio­na en una pie­dra, se sale del agua llo­ran­do y que pre­gun­ta­da, qué le pasó, dice: “No sé, creo que fue un bicho, que me mor­dió” . Y ya se des­en­ca­de­nan una serie de reac­cio­nes cada vez más serias, que la niña está siguien­do estu­pe­fac­ta, has­ta que se ani­ma a decla­rar, que el móns­truo del lago era un pro­duc­to de imaginación.

Entre parén­te­sis:

Para cons­truir un cuen­to no hay que escri­bir un tex­to lite­ral, pues el tex­to narra­do se impro­vi­sa en el acto de con­tar. Bas­ta fijar todos los suce­sos y las acti­vi­da­des de los héroes, apun­tán­do­las con fra­ses cor­tas o pala­bras suel­tas. Pero lo que sí nece­si­ta­mos es una rela­ción muy cla­ra del trans­cur­so de los hechos. Lo mejor y más prac­ti­co es rete­ner­los como una serie de imá­ge­nes, en una for­ma, que podría­mos lla­mar “peli­cu­la interior”.

4. Narra­cio­nes de fantasia

Una narra­ción se pue­de carac­te­ri­zar tam­bién como un jue­go que sigue cier­tas reglas, de las cua­les la más impor­tan­te es la obli­ga­ción del narra­dor de pre­sen­tar un cuen­to ente­ro: Al prin­ci­pio nos tie­ne que nom­brar el héroe, el lugar y el tiem­po de la narra­ción. Des­pués tie­ne que pasar algo que sal­ga de lo coti­diano o espe­ra­do, y enton­ces hacer­nos saber como se enfren­tó el héroe y si superó o no el enfren­ta­mien­to. Lle­ga­do al pun­to final ya no que­re­mos escu­char más explicaciones.

Pero exis­te tam­bién en cada cuen­to algo pare­ci­do a una lógi­ca inter­na y sub­ya­cen­te, que hay que seguir y que no se pue­de cam­biar den­tro del mis­mo cuen­to. Los cuen­tos tra­di­cio­na­les nos dan bue­nos ejem­plos para esto. Un rey codi­cio­so de narra­cio­nes quie­re escu­char una vez en su vida un cuen­to que no empie­ze por el obli­ga­to­rio “Era­se una vez…”, y para ello pro­me­te su rei­no a quien le ofrez­ca este pla­cer. Tres her­ma­nos se arro­jan al desa­fío, y no se alu­de nin­gún otro asun­to más. Esta con­di­ción inter­na nos pone difi­cul­ta­des al momen­to de ima­gi­nar una his­to­ria. En gene­ral nos ocu­rren muchas ideas gra­cio­sas, pero no se encua­dran todas en la lógi­ca de nues­tra idea de salida.

Y otra cosa más: por sor­pren­den­te o inclu­so loca que pue­da pare­cer nues­tra idea, la hay que dotar con tan­ta vero­si­mi­li­tud, que apa­ren­te­men­te no pue­da aca­bar de otra mane­ra que como la con­ta­mos, y en con­se­cuen­cia, que el nudo, ata­do por los suce­sos increí­bles o las acti­vi­da­des ines­pe­ra­das de los héroes, se resuel­va de mane­ra cla­ra y direc­ta. Esto quie­re decir, que por lo gene­ral resul­ta más difí­cil de cons­truir una narra­ción par­tien­do de la ima­gi­na­ción y que cae­mos fácil­men­te en la tram­pa de sal­var­nos en un mun­do bas­tan­te cur­si de hadas, de ele­fan­tes volan­tes y de hechi­zo, en el cual todo se per­mi­te ima­gi­nar sin res­pe­tar la lógi­ca de la narración.

Segu­ra­men­te hay muchos cami­nos, por los cua­les una idea espón­ta­nea nos pue­de con­du­cir a una narra­ción com­ple­ta y con­vin­cen­te, y estos cami­nos a veces son lar­gos y dan muchas cur­vas. Nos con­ten­ta­mos aquí con hablar de dos méto­dos que pue­den dar alas a nues­tra ima­gi­na­ción y que nos pre­sen­tan la ven­ta­ja de que se pue­den emplear con niños de edad pres­co­lar, en el caso pri­me­ro, y de los de escue­la pri­ma­ria para el caso segundo.

5. Narra­cio­nes según una serie de imagines

Cuan­do pone­mos dos imá­ge­nes una al lado de la otra, nues­tra men­te tra­ta en segui­da de rela­cio­nar­las ima­gi­nan­do lo que pasa entre las dos. Cuan­do jun­ta­mos toda una serie de imá­ge­nes pro­yec­ta­mos casi sin que­rer toda una his­to­ria. Pode­mos apro­ve­char de esta pro­yec­ción para encon­trar las pie­dras bási­cas de una narración.

Por ejem­plo pode­mos tomar revis­tas usa­das, recor­tar en el mis­mo tama­ño toda cla­se de imá­ge­nes, que sean fotos, dibu­jos o publi­ci­dad, diga­mos una doce­na de imá­ge­nes. Aho­ra las pone­mos en una serie, que nos alu­de los hechos de un cuento.

Para poner en acción a un héroe esco­gi­mos el dibu­jo o la foto de un per­so­na­je, la foto­co­pia­mos y lo pega­mos por enci­ma de estas imágenes.

Requi­rien­do algo más de pre­pa­ra­ción – pero que se pue­de efec­tuar con los niños mis­mos y enton­ces nos dará oca­sión de coope­rar más efec­ti­ve­men­te – se pue­den tomar una serie de fotos, en las cua­les figu­ran siem­pre los mis­mos per­so­na­jes en situa­cio­nes dife­ren­tes. En este caso hay que tomar sobre todo fotos, en las cua­les las per­so­nas se están movien­do, por­que los movi­mien­tos ani­man la fan­ta­sía, más que las imá­ge­nes quie­tas. Espe­cial­men­te intere­san­tes son situa­cio­nes en las cua­les la direc­ción de la acti­vi­dad que­da abier­ta: Cuan­do se ve por ejem­plo a una per­so­na, la mano en la mani­lla, la puer­ta entre­abier­ta…. igual­men­te pue­de ocu­rrir que aban­do­ne la casa o que entre.

Es sor­pren­den­te cuán­tos sal­tos ines­pe­ra­dos pue­de eje­cu­tar la fan­ta­sía de los niños y de esta mane­ra ani­mar nues­tra ima­gi­na­ción. Pero cui­da­do! son sal­tos que en muchos casos no res­pe­tan las reglas de la narra­ción, por­que niños de esta edad aún no la domi­nan por com­ple­to.
Jue­go para com­po­ner un cuento

6. Un jue­go para inven­tar cuentos

Con niños, que ya saben escri­bir, pode­mos poner en mar­cha un jue­go para com­po­ner narra­cio­nes a base de con­cep­tos lingü.sticos. Aho­ra apro­ve­cha­mos del hecho que cada narra­ción está com­pues­ta de una serie de ele­men­tos obli­ga­to­rios y que cier­tos moti­vos se repi­ten en muchos cuentos.

  • Los ele­men­tos del jue­go
    Luga­res y pai­sa­jes (p.e. bos­que, isla, ciu­dad, área de ser­vi­cio etc)
    Tiem­pos (p.e. hora, fecha, año, épo­ca etc)
    Héroe(s) (p.e. reyes, bru­jas, chó­fe­res, pana­de­ros, ani­ma­les, seres fan­tás­ti­cos etc)
  • Tareas y Metas (p.e. lle­gar a la cima de la mon­ta­ña, comer­se un ces­to de man­za­nas, correr
  • más de pri­sa que un perro etc)
  • Acti­vi­da­des (p.e. cru­zar la calle, com­prar una casa, robar un ban­co etc)
  • Acon­te­ci­mien­tos (p.e. acci­den­te, encon­trar una car­te­ra, des­li­zar­se por una esca­le­ra etc)
  • Cua­li­da­des (de seres vivos o de obje­tos) (p.e. gran­de, lis­to, loco etc)
  • Des­pla­zar­se (p.e. cami­nar, andar en caba­llo, con­du­cir etc).
  • Obje­tos corrien­tes (p.e. cuchi­llo, lápiz, pan­ta­lo­nes etc.)
  • Obje­tos mági­cos (p.e. tapiz volan­te, gra­ba­do­ra de los pen­sa­mien­tos etc)

Reglas del juego:

  • Los par­ti­ci­pan­tes escri­ben cada uno pala­bras de estos ele­men­tos sobre fichas de papel, una pala­bra en cada ficha.
  • Las fichas se api­lan según los elementos.
  • Cada gru­po de par­ti­ci­pan­tes coge una ficha de cada pila para inven­tar un cuen­to, en el cual figu­ran estos con­cep­tos. Cuan­do encuen­tran difi­cul­ta­des, pue­den sacar otra ficha de la pila y devol­ver la anterior.
  • Lo que hay que tener en cuen­ta tra­ba­jan­do según estos méto­dos es que casi nun­ca lle­gan a narra­cio­nes com­ple­tas y de lógi­ca inte­rior, que mas bién apor­tan esbo­zos, que hay que tra­ba­jar y aca­bar. Pero sí lle­ga­mos con ellos a ideas y ima­gi­na­cio­nes que de otra mane­ra no habría­mos encon­tra­do tan fácilmente.

7. Narra­cio­nes según sueños

Un camino mas indi­vi­dual para ali­men­tar la fan­ta­sía con­sis­te en recu­rrir a sue­ños. Por lo gene­ral recor­da­mos de nues­tros sue­ños úni­ca­men­te algu­nas situa­cio­nes o imá­ge­nes, que care­cen de cohe­sión. Toman­do estas par­tes suel­tas nos pode­mos pre­gun­tar, cómo lle­ga­mos a esta situa­ción y qué resul­tó de ella, y ya tene­mos otra vez, con algu­na suer­te, una pis­ta para un cuen­to sor­pren­den­te. Siem­pre con la con­di­ción de que nos halle­mos en un esta­do de áni­mo rela­ja­do como lo requie­re toda cla­se de acti­vi­da­des “crea­ti­vas”.

Por fin sea dicho entre parén­te­sis, que los niños de edad pres­co­lar narran­do una his­to­ria emplean en muchos casos ele­men­tos de su ima­gi­na­ción noc­tur­na y a veces nos pre­sen­tan sue­ños ente­ros como cuen­tos. Quie­re decir que aún no dife­ren­cian cla­ra­men­te entre un sue­ño y un cuento.

NB. Más suges­tio­nes para inven­tar cuen­tos, sobre todo a base de mate­rial lingüistico, se encuen­tran en “Gra­má­ti­ca de la fan­ta­sía. Intro­duc­ción al arte de inven­tar his­to­rias” de Gian­ni Roda­ri. (ed. espa­ño­la 1979).